Hola, mis queridos
y abandonados lectores.
¿Pensabais que me
había olvidado de vosotros? Eso no sucederá, a no ser que el futuro traiga
consigo alguna limitación que no me permita recordar, porque sin vosotros y sin
vuestra fidelidad, mis palabras caerían en un saco vacío.
Hace días que
quiero escribiros, sobre diversos temas además, y es que el verano me ha dado
tiempo para reflexionar, pero no tanto para escribir. Lo cierto es que puede
que durante estos meses estivales no haya leído, puede que el trabajo haya absorbido
la mayor parte de mi tiempo y que sólo haya visto mi querida playa desde la
distancia. Pero aún con esas tengo que deciros que ha sido un verano
maravilloso en el que he conocido a muchas personas. Gente pasajera y gente que
viene a mi vida para más tiempo. También he aprendido mucho (lecciones de la
vida, como muchos dicen). En resumen, en estos últimos meses ha habido más de
lo que esperaba, de lo que pedía y posiblemente de lo que podría haber
imaginado a todos los niveles.
Quiero hablaros
sobre una de las cosas que me han hecho reflexionar mucho: como nuestra actitud
afecta a los demás. ¿Os habéis parado a pensar el valor que tiene una sonrisa?
Algo tan sencillo, tan barato y tan beneficioso para la salud… Me encanta
sonreír. Y que me sonrían. Y que me hagan sonreír… Pero de lo que realmente
quiero hablaros es de cómo una sencilla sonrisa vuestra puede cambiarle el día a
alguien. A cualquier persona, la conozcáis o no.
Un día estaba
permitiendo que el estrés pudiera conmigo. Hubo problemas en el trabajo, la
gente no se dignaba ni a decir buenas tardes, hacía calor y estaba cansada…
poco a poco fui sumiéndome en un estado de ánimos un tanto desagradable.
Entonces vino una pareja (una de esas que he tenido el placer de conocer estos
días) con su positivismo, con una sonrisa en el rostro y comenzaron a hablar
con un: “buenas tardes, niña”. Precisamente surgió con ellos la conversación sobre
el tema del que os hablo. Y es que en aquel preciso momento me di cuenta de
cómo la actitud de la gente había hecho mella en la mía. ¿Os habíais percatado
de esto? ¿De cómo un saludo, una sencilla y breve frase puede cambiar vuestro
estado anímico? Nuestra forma de afrontar el día directa o indirectamente afecta
a las personas que nos rodean e incluso a las personas con las que
sencillamente nos cruzamos.
Tristemente hemos
olvidado que somos un animal social. Que somos lo que somos en parte gracias a
los demás. Que podemos decir que somos individuos porque vivimos en colectividad.
El egoísmo y el individualismo se están adueñando de nuestro carácter y ya no
damos los buenos días porque vamos tan concentrados en nuestros propios
problemas, en nuestras propias vidas que no pensamos que hay otras vidas rodeándonos.
No pensamos cómo una sonrisa y una frase educada van a alegrarle el día a otro.
Es más, nos da igual.
Comprobé en mi
propia piel que la actitud de los demás me afecta y por ello decidí que la mía
afectara también. Positivamente, por supuesto. Soy una persona bastante
dicharachera pero nunca me había parado a pensar como eso podía afectar a los
demás. Un simple segundo con alguien puede hacer que cambie su día. Entonces, ¿tanto
cuesta, aparcar nuestros problemas una milésima de segundo y sonreír? Tratar de
mostrar lo mejor de nosotros mismos y no estar siempre en nuestro mundo
particular, aislado del resto, no sólo beneficia a los demás, sino que también
nos ayuda a nosotros mismos a afrontar las cosas con otra actitud. La vida ya
es lo suficientemente complicada y tiene las suficientes cosas malas como para
que nos neguemos los pequeños placeres que están a nuestro alcance.
Por
todo esto os propongo que comencemos el otoño con una nueva actitud.
Comprobadlo por vosotros mismos: deteneos un minuto, y sonreíd, dad las
gracias, saludad y permitíos ver el blanco que hay en las tormentas.
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